viernes, 10 de abril de 2009

Deus ex machina(1)


Para Émile Zola (1840-1902), escritor francés y creador del naturalismo literario, el individuo es un ser determinado por las leyes de la herencia y del mundo circundante. Para la teoría determinista, los acontecimientos, que afectan al ser individual y colectivo, están enrejados en la causalidad natural de la herencia y en las estratificaciones mineralizadas de la cultura social. Una causalidad mecanicista determina los caracteres funcionales de los seres vivos y las analogías ideológicas coacciónales. Las cantidades infinitesimales de materia inorgánica se introducen por la porosidad del pensamiento inerte. Esa traslación de la materia orgánica a la materia inorgánica sería la simbología de la muerte. Tal vez, la analogía de un móvil que atravesara circunstancialmente la incertidumbre de la subjetividad cartesiana del pensar lo verdadero existencial y los objetos que coexisten aproximándose a un espacio de registros agonales y degradados. A pesar de la transvaloración fatalista de los valores del determinismo, necesariamente el individuo y su cultura trasgreden la fatalidad en un proceso abierto a la negación de la Nada. El determinismo de Émile Zola está dentro de los acontecimientos de la historia social. El pesimismo de Émile Zola se encuentra en los valores cesaristas del Segundo Imperio napoleónico, en los órganos autoritarios militares, políticos e ideológicos de la III república francesa. La conciencia individual está dada por los mecanismos de la colectividad. Las coacciones de los aparatos del Estado y de la familia autoritaria someten al individuo a una energía psíquica sádica y fatalista. El individuo no se escapa de sus actos enajenantes, salvo mediante la negación de sus experiencias vitales como ideología. Una sociedad represiva convierte al individuo y a la totalidad social en un resultado mecanicista de la fatalidad de la ausencia de libertad. Las épocas sociales pueden ser pesimistas y fatalistas, o bien optimistas y abiertas a las valoraciones humanas de la humanización del hombre, en un proceso que trasvasa la utopía en el porvenir progresivo de la historia. Pero el oscurecimiento del determinismo ideológico siempre está presente en los procesos históricos. Por ejemplo, en la crisis social del 2008 hay un oscurecimiento determinista de la sociedad. La ideología economicista del sistema se esconde en una fatalidad ideológica monetaria como un resultado de la globalidad desregulada del orden sistemático financiero. La ideología cuartea la racionalidad de la crisis, mixtificando la circulación del dinero y del crédito, las realidades de la escasez y la organización anárquica de la distribución irregular de la producción social en los grupos sociales. Un fatalismo regulado y encomendado a las instituciones de la economía monetaria. El fetichismo del crédito, y de la gestión globalizada de la crisis monetaria, producen el efecto ideológico de la necesidad intervencionista y determinista del Estado en la masas monetarias que conforman el crédito, la inversión y el consumo.

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