domingo, 8 de febrero de 2009

Eluana Englaro: la dignidad de la muerte.

En los Estados totalitarios la subjetividad humana pertenece al Estado. La ausencia de libertad es el ser real del poder autoritario. El hombre es reducido a un estado cosificado: carece de la capacidad para dirigir sus propias acciones. La civilidad humana es la transparencia de la voluntad en la libertad. La muerte del hombre libre es una muerte en la sociedad. Por eso, para que el individuo pueda ser libre, también el Estado debe pertenecer a la esencia de la voluntad general, que se da la libertad para no pertenecer a la sumisión de la necesidad natural del Estado Totalitario. El Estado totalitario es un estado Natural. No hay una conciencia de la libertad como un saber de ella misma en el mundo social. La conciencia del individuo se hace en la sociedad libre y en ella produce los efectos de su vida, en los límites de su temporalidad y de su práctica de la convivencia, en la legalidad de un Estado democrático. En el año de 1992, Eluana tuvo un accidente que la dejó en estado vegetativo. Lo vegetativo, biológicamente, se aplica a las funciones puramente orgánicas. Un individuo en estado vegetativo no pertenece ni a la legalidad ni a la necesidad. Está a la espera de la muerte. El verbo estar atribuye al sujeto las circunstancias de su vivir. Se está en la vida y en ella se dan las condiciones sociales y naturales para darse el ser de la existencia. Eluana no puede darse el ser de su existencia. No tiene capacidad de saber y querer.Su existencia no está en el riesgo de la necesidad y de la libertad Su padre nos dice de las circunstancias de Eluana, de su estar en el mundo:“ Espero que su historia sirva para que la gente entienda que la medicina debe pensar mil veces antes de crear situaciones que no existen en la naturaleza. Eso es de locos. La vida es vida, la muerte es muerte. Blanco o negro. Las personas vivas son capaces de entender y decidir por sí mismas. Yo he pedido por caridad que la dejen morir. La condena a vivir sin límites es peor que la condena a muerte. En la familia, los tres habíamos dejado clara nuestra posición. Lo hablamos muchas veces. Vida, muerte, libertad, dignidad. Somos tres purasangres de la libertad. No necesitamos escuchar letanías. Ni culturales, ni religiosas, ni políticas.”
Eluana tiene una historia. Ella ha sido historia por cuanto ha elegido las circunstancias de su libertad. Sabemos de nuestro ser por cuanto elegimos las condiciones de nuestra existencia. “La condena a vivir sin límites es peor que la condena a muerte”. La condena a vivir sin en saber de uno mismo se da en la existencia del ser sin libertad. El límite para Eluana es un momento ajeno a su voluntad, que separa dos situaciones: el tiempo de la conciencia que sabe de sí misma y el estado vegetativo.“
No necesitamos escuchar letanías. Ni culturales, ni religiosas, ni políticas.” El amor de la familia por la hija, en estado vegetativo, desborda las circunstancias de la cotidianidad. “Vida, muerte, libertad, dignidad. Somos tres purasangres de la libertad.”
La vida es la libertad. La muerte es la dignidad de saberse hecho de tiempo.

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