La infancia se distancia de nosotros. Se nos aleja en ese fondo inasible de la duración de un tiempo puro. Queda de ella la perplejidad de haber dejado atrás la puerta de la familia, las ramas de los árboles que asoman de las tapias con sus racimos blancos de flores. Restos de fantasías nocturnas en donde llegan los niños jugando con molinillos de colores varios. La niñez es esa extrema etapa de la vida, después de la cual el riesgo de la vida está en las contradicciones de una conciencia que, está fuera de sí, para hallarse con la facticidad del mundo. La fantasía hace la realidad. Ya es un duplicado que se adhiere a la realidad para cambiarla. Nunca se llega a encontrar la voz que nos dijo:”Ya no eres un niño. Eres demasiado mayor para tener juguetes.” Las voces autoritarias se esconden en la desmemoria. Están ahí, pero no se logra encontrar las facciones. Los seres más autoritarios carecen de rostro en la memoria infantil. Romperles a los niños los juguetes es hundirlos en la exterioridad coercitiva de los intereses concretos. El juego es el desplazamiento de la realidad por la fantasía. La infancia se pierde en los vericuetos de llegar a ser mayor para encontrarse con los enigmas escondidos de los mayores. Los enigmas asibles del amor, el trabajo y la vejez. La sociedad intercambia la fantasía de la niñez con la responsabilidad del adulto. Al igual que Alicia, no deja de perseguir conejos, que se obsesionan mirando el reloj, mascullando su tardanza a la cita real. Los juguetes duplican la realidad. La fantasia de los niños y la realidad de los mayores. Hay hombres que no abandonan la fantasía de los niños e incesantemente crean juguetes. Las generaciones de niños están determinadas por los tipos de juguetes con los que jugaron. Los niños humildes de la postguerra mundial con sus juguetes de madera y de cartón. Los niños ricos con sus espadas de lata, soldados de plomo, coches de lata y cuerda. Hans Christian Andersen (1805-1875), fue un niño pobre. Vivió una infancia de pobreza y orfandad. Christian Andersen usó el lenguaje cotidiano para enredar la realidad y la esperanza. Atrajo a sus cuentos para niños, la niñez oculta de los mayores. La expresividad emocional y las representaciones que estaban en los niños. Hay un tema recurrente en Christian Andersen: la aparición de lo extraordinario en lo cotidiano. El patito feo es un cisne, el traje del emperador muestra su desnudez, el soldadito de plomo que se enamora, el ruiseñor, el sastrecillo valiente, la serenita (…). En todos ellos, está el trasfondo del cambio de la realidad en esperanza. La vivencia religiosa está en todos ellos. La muerte de Hans Beck, en este 2009, supone el final del creador de los playmobil. Los juguetes articulados para niños de cuatro años. La generación de los años 50 comenzó a jugar con unos juguetes, que se movían y adquirían la movilidad de las situaciones fantaseadas. Hans Beck diseñó, en 1974, los célebres muñecos, de los que se han vendido 2.200 millones Ha muerto en su casa, junto al lago Constanza, tras retirarse en 1998 de la firma Geobra. Las empresas jugueteras han sufrido el impacto de la falta de ventas de la crisis económica del 2009. Pero los niños seguirán jugando en ese incesante amanecer de la esperanza, que se refleja en los juguetes de cartón y en los clicks playmobil. Persevera la alegría de fantasear frente a las coacciones económicas sobre los fabricante de juguetes, los niños, y la gente perdia en el olvido del paro.
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